Trabajar en pijama y zapatillas desde el comedor de casa no es tan idílico cómo, en un principio, puede parecer. La soledad es una mala compañera de trabajo, y las distracciones se multiplican cuando se tiene que trabajar desde el propio hogar. Y no solo eso, faltan muchas cosas como por ejemplo material de oficina. Por eso, algunos profesionales autónomos de los sectores laborales más diversos comparten gastos y compañía en espacios de oficina comunes. Esta práctica se denomina coworking y en Cataluña los interesados ya disponen de más de un centenar de salas. Por ese motivo, muchos emprendedores salen de casa en busca de un espacio amplio y cómodo, con wifi y sobre todo con material de oficina.
A cambio de una cuota mensual, que se suele situar alrededor de los 150 a 250 euros, cada locatario dispone de una mesa, una silla, conexión a internet y acceso a la oficina a cualquier hora del día, a pesar de que los servicios pueden variar en función del espacio. Pero más allá de los aspectos más claramente materiales, el objetivo principal del coworking es crear sinergias y establecer relaciones entre los usuarios. “La productividad y las posibilidades de conseguir nuevos clientes crecen de manera exponencial cuando se pasa de trabajar solo a hacerlo en compañía”, explica Isabel Pérez, responsable de Meet BCN.
Una actitud abierta y receptiva
Este espacio, ubicado en lo alto del Ensanche, dispone de una veintena de miembros de perfiles laborales muy diferentes. Traductores, publicistas, asesores financieros y programadores de web trabajan codo en codo y se ayudan como si fueran de la misma empresa. Gracias a estos vínculos de confianza, los usuarios pueden “compartir dudas e inquietudes, ampliar sus círculos de contactos y aprender de los otros”, asegura.
Ahora bien, sacar rendimiento del coworking no sólo implica sentarse a la mesa adjudicada y empezar a trabajar. Tal como detalla el director de la asociación Coworking Spain, Manuel Zea, se necesita una mentalidad abierta y buena predisposición para ser capaz de poner en común los proyectos laborales. “No sirve de nada guardarse las ideas en un cajón y con miedo por si alguien las ropa”, destaca Zea.
Los beneficios del ‘networking’
De hecho, una buena manera de explotarlas son los encuentros de networking, que han acontecido citas habituales para los coworkers. En estas reuniones, cada cual expone sus iniciativas para “recibir feedback y mejorarlas”. Zea reconoce que “no se ha inventado nada nuevo” porque la colaboración entre sectores profesionales siempre ha existido. Con todo, esta práctica fines hace no mucho era “muy poco común en el mundo de los freelances ”, a pesar de que cada vez “tiene más aceptación”.
El coworking, pero, no es fruto de la crisis económica. A pesar de que el número de autónomos ha seguido una tendencia creciendo los últimos años, “los coworkers no son empresarios que antes se podían pagar una oficina y ahora ya no pueden”, precisa Zea. Según el director de Coworking Spain, “en general son personas que trabajaban en casa o en espacios públicos pero que deciden invertir un dinero para disponer de una oficina compartida”. Tampoco predominan los autónomos de reciente creación, porque “el emprendedor que empieza de cero y todavía no tiene ingresos fijos mensuales no se puede permitir pagar una cuota fija por una oficina”, afirma Pérez.
Vivir y trabajar donde quieras
En cambio, internet sí que ha sido un revulsivo para el coworking. La emergencia de profesiones estrechamente relacionadas con el mundo virtual ha tenido un impacto directo en la creación de estos espacios. “Muchos usuarios trabajan en red y viven del mercado online ”, asegura el responsable de Coworking Girona, Xevi Esteva. Así, bajo su techo se acogen empresas de marketing digital, de comunicación digital, de diseño y de audiovisuales. Internet ejerce de punto en común entre todas ellas y los permite generar oportunidades de negocio de manera constante. Cómo que ofrecen servicios complementarios, es habitual que se intercambien estas oportunidades de negocio. Marta Vila, diseñadora gráfica y usuaria de Coworking Girona, explica que muchas veces los clientes le piden que los recomiende un community manager para hacer difusión de sus páginas web. “Cuando trabajaba en casa, tenía que dedicar tiempo a buscar la persona correcta. Ahora la tengo al lado”, explica gráficamente.
Más allá de generar sinergias entre los usuarios, internet también ha abierto las puertas de Barcelona en muchos extranjeros que soñaban quedarse a vivir. En las salas de coworking son muchos los que trabajan físicamente, con su material de oficina desde la capital catalana pero que tienen clientes de todo Europa, América y Asia. De este modo, los inmigrantes enamorados de Barcelona no tienen que recurrir al mercado laboral catalán para poderse establecer y disponer de ingresos. tienen bastante con un ordenador y una conexión wifi, hasta el punto que “un 80% de los usuarios provienen de fuera”, subraya Isabel Pérez desde Meet BCN.
La vida de Hope ahora consiste en tomar baños de tierra, posarse en los árboles y
conversar con sus amigas en el gallinero.